Mujeres y el valor de ser una misma

Tengo una profunda admiración y esperanza en las futuras generaciones, niñas y niños con valores e ideales que van más allá que sacarse una foto de perfil para una red social o mostrando títulos para sentirse validados por sus iguales; sino comprometidos e involucrados en las causas que los representan y conmueven, así ganen o pierden pues su actuar no es transaccional, sino emocional. Esta fuerza bien encauzada puede ser prodigiosa, sin embargo, podría provocar serios conflictos si no se encauza de buena forma.

Ver a niñas desde temprana edad abogando por sus derechos es lindo, sin embargo, también es preocupante, por ejemplo, si analizamos   la imagen de una niña de 5 o 7 años con un cartel que significa “luchar por mis derechos” no la estaremos predisponiendo a la guerra y a la competición para validarse frente a un mundo que parece una amenaza. 

Las niñas deben sentirse niñas e identificarse con eso, no vivir procesos de manera adulta siendo niñas o adoctrinarlas  predisponiéndolas a los hechos, sino más bien educarlas y otorgarles  herramientas socioemocionales para que en su completa libertad  de acción, decidan  quienes  quieren  ser, para así no imponer que sean una  Barbie, Princesa, Mujer Líder o una guerrillera que no deja  títeres con cabeza, porque volvemos a caer en los sesgos inconscientes que nos determinan y limitan, pero que por sobre todas las cosas, hacen mucho daño a una sociedad que evidencia síntomas de  poca tolerancia,  discriminación, falta de   inclusión y violencia.

La trampa del éxito siempre ha existido, antiguamente se asignaba una connotación relevante a hombres que poseían características  y cualidades de Liderazgo sin considerar en aquella época  que no todo líder es un buen líder y que no todo liderazgo produce buenos resultados. 

Hoy esta trampa se ve reflejada también en mujeres, debido a que  no todas las mujeres están orientadas a la competición,  administración de personas o grupos económicos o dirigir un Estado, tampoco esas ansias locas por querer figurar a cualquier costo para demostrar quienes son y qué es lo que han hecho para que así el mundo las valide y  reconozcan.

La sobre exposición de la vida pública afecta la vida privada y el costo de estar en primera línea ha sobre exigido a las mujeres a tal punto en tener que demostrar que son capaces en todo de hacer todo y ser impecables líderes, bellas y exitosas a tal punto  de olvidarse de ser mujeres, simplemente mujeres comunes y corrientes, porque a eso no le asignamos un valor, lo devaluamos, devaluamos el ser madres porque eso nos resta,  complica la existencia y la supervivencia pues significa no ser competitivas, rechazamos  ser comunes y querer desempeñar oficios porque nadie quiere algo común sino excepcional y en esa trampa las mujeres terminan sintiéndose poco realizadas así estén repletas de éxitos, ya que enfocaron su vida por completo al logro para sentirse validadas, respetadas y amadas. 

 La conciliación y la valoración de nuestra propia naturaleza es lo que nos llevará a sentir respeto por quienes somos, y no la sobreexposición desmedida por gritar  más fuerte para  obtener  mayores resultados, pues de esa forma podrian obtener mayores espacios de participación y representatividad , sin embargo,  si esas  personas que llegan a dichas posiciones no son las idóneas,  tampoco existirá validación y los resultados a esa gestión no serán óptimos, por eso a veces el silencio y los hechos son el mejor discurso que podemos tener.

Hago un llamado a las mujeres indistintamente de su edad que valore el hecho de ser mujer, sin tener la necesidad imperiosa de ser reconocida como líder para ser y sentirse una gran mujer. 

No hay que educar para el éxito, hay que educar para la vida. 

Camila Zarzar 

Directora WGi

*imagen referencial de Shutterstock

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